Remitente: Francisco Pelegrin
Media noche; un cuarto de hora con la lapicera en la mano. No puedo empezar un ensayo ni un cuento; nada me sale. La página sigue en blanco; hoy no tengo inspiración. Aunque sea para borronear la hoja voy a ver si puedo redactar una carta; pero no tengo a quien escribir. ¿Y si me la mando yo mismo? Puede ser. En todo caso, para que tenga sentido, la voy a enviar al otro, al otro que forma parte de mí. ¿Y qué me voy a decir que no sepa? Tal vez pueda hacerle alguna recomendación al que a diario sale de mí para convertirse en otro. Al que deja su mundo íntimo, personal, y va a hacer vida social. Yo, soy tan sólo yo en mi aislamiento. Ortega y Gasset bien ha dicho: “Solo en su soledad, el hombre es su verdad”.
Bueno, basta de rodeos, a empezar. Veamos que sale.
Estimado Francisco:
El otro que sos es el que sale a la calle para convertirse en alguien diferente. Cuando salís al escenario del mundo a representar el papel que cada día se te presenta, tenés que estar listo para recibir lo que venga. A continuación, te mezclás con la gente para transformarte en alguien distinto del que sos cuando estás conmigo. Con el amigo, te convertís en amigo; con el vecino, en vecino. Sos conocido de los conocidos. En el trabajo, compañero; del comerciante de barrio, cliente. En el ámbito familiar, padre, esposo, hermano, tío, cuñado o primo. Sos espectador en el cine; pasajero, en el colectivo. Si te dan a elegir, preferís ser regalado a ser el pagador del obsequio. Pero no siempre elegimos.
Hay personajes que atraen y otros, no tanto. El papel de empleado es pasable, pero preferimos el de patrón. Es mejor ser visitante a un preso a ser el condenado que está detrás de las rejas. Quién no querría ser amante clandestino antes que pobre cornudo confiado. Aplaudir es bueno, es expresión de reconocimiento, pero deseable es ser el que recibe los aplausos. Mejor cobrar una cuenta que tener que cancelarla. Esperar es peor que ser el esperado. A uno que siempre fue sano, si le cae el rol de enfermo como llovido del cielo, ¡te lo regalo! Qué varón o mujer cambiaría la imagen de novio o novia, por la de suegro o suegra. Pero estas cosas no pasan por nuestro gusto. Una vez nos toca un papel lindo, por ejemplo el de recién casado y después, la vida o los años, sin consultarte, te lo quitan. Llega el día en que del de personaje joven que fuiste solo queda un recuerdo porque te pusiste viejo. El juego es así, sin vueltas; nosotros no hicimos las reglas.
Francisco: saliste esta mañana. Tal vez sin otra cosa que hacer, estés en un café leyendo la carta que escribí anoche. Voy a recordarte que estoy en casa; va siendo hora de regresar. Cuando finalicen tus tareas en el mundo de la convivencia, yo soy el que está solo y te espera. Quiero advertirte que aunque estés a gusto con los amigos, o perdido en los trajines del mundo, no podés vivir sin mí, que cada noche que llega te espero para volver a encontrarnos.
Francisco Pelegrin (copyright)
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