Ileana Andrea Gómez Gavinoser
jueves, 12 de agosto de 2010
LA DICHA
La Dicha soñada por todos, tan hermosa como siempre, ¡aaah!…, siente compasión por un desgraciado; vestida de punta en rosa y perfumada, ¡oooh!… decide ir a verlo. Llega a la casa de don Desconfiacho; Pocas Pulgas –así lo llaman los vecinos–, está sentado junto a la mesa; empieza a tomar la sopa. En la audición del medio día, música para exquisitos, se oyen los primeros compases del triple concierto para dedalito, labio, y cuchara: ¡Zdrp…, zdrp…, zdrp!… La Dicha ya está en la puerta, como no hay timbre golpea: ¡toc, toc, toc!
Desconfiacho, es huraño, resentido; un solitario que huye de la gente. Es muy friolento, como está calentito en la cocina, al cruzar el patio abierto, se encoge de frío, ¡brrr!…, con recelo abre despacio la puerta que cruje en las bisagras oxidadas, ¡crrr, crrr, crrr!; la mira de reojo, y asomando apenas la nariz, con cara de pocos amigos –o ninguno–, con malos modales pregunta sin saludar:- ¿Quién sos…, qué querés?
Tal vez, por aquello que dice que la suerte no se merece, si no que simplemente se liga, con su mejor sonrisa le contesta:- Soy la Dicha, ¡aquí estoy!, hace crujir los dedos con un doble: ¡crik!…, crik!, lista para cambiarte la vida; vine a quedarme con vos.
El ogro, con la boca cerrada, hace un par de aspiraciones ¡snif…, snif!, y se dice:- Esto tiene olor a cargada; le da un grosero portazo en la cara y cierra. ¡Pum! Se oye su voz gutural que, con su habitual malhumor, y con la áspera lucidez del que nunca sueña dice:- ¡Uffff!…, yo nunca estoy para bromas, ¡andá a cachar a tu abuela! - Vuelve a la cocina, a continuar la melodía interrumpida, y arrastrando las chancletas, se aleja de la puerta, ¡ssccc, ssccc, ssccc!
Buscando una lectora
Entusiasta autor desconocido
perdido en medio de la gente,
aunque tenga que cambiar el recorrido
busca una lectora complaciente.
Que sea enemiga de analizar
y amiga de dispensar elogios,
que simpática le guste conversar…
falta un verso que termine en “ogios”
Que sienta orgullo de ser
amiga de un escritor,
aunque no me pueda ni ver…
pa que rime aquí coloco “motor”.
Después, si mi sueño no se cumple…
¿aquí qué pongo? ¡ya!, escribo “umple”,
entonces con despecho voy a decir por ahora:
¡bah!, pá lo que me hace falta una lectora.
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