Ileana Andrea Gómez Gavinoser

jueves, 12 de agosto de 2010

UNA GORDA EN MIS SUEÑOS



Después de una buena cena —¡ojo!, no lo divulgues, es confidencia—, me recomiendo un postre especial..., ¿me seguís?, un bocado de dioses; una gordita cariñosa, desinhibida, dispuesta a poner a prueba lo que estoy diciendo. Su consentimiento, es un fuerte incentivo porque huele a pecado y sabe a gloria; es una promesa de felicidad capaz de revolucionar el mundo de mi fantasía. A veces, me fastidia que sean tan modestas, que tengan un pudor exagerado, una comovergüenza por su sobreabundancia.
Dueña de mis sueños, mujer pretendida, hembra superlativa, me gusta imaginarte tendida esperándome con un mohín de impaciencia. Mientras te toco, quiero que te quedes quieta; en tanto, mansos tesoros custodiados por tus faldas aguardan a que llegue el momento de la ofrenda. Tengo para hacerte centenares de preguntas; pero en verdad, solo me interesa una respuesta, y cuando me la des, aunque apenas sé escribir, como suceso vital la voy a anotar en mi diario tratando de hacer buena letra.
Me atraen las gordas: por que son mansas como palomas cansadas…, además, tienen la ingrávida alegría de los pájaros liberados…, por si fuera poco, como regalo del cielo y sublime yapa, tienen pechos como colinas, miradas de miel, lenguas de chupetín, y labios de chocolate. Son románticas; me conmueven sus confidencias tristes cuando está lloviendo; me copa que al oído, entre murmullos y silencios me cuenten sus más íntimos secretos con voz velada de viola de concierto; no sé si algún día tendré el valor de retribuir su confianza contándoles mis vergüenzas.
Quien se anime a pulsarlas, deberá tener manos exploradoras, fuertes, pero sobre todo delicadas, sensibles. Asimismo pienso que: me gustan las gordas —¡qué joder, sin tantas vueltas!—…, así nomás, por que son gordas. Sueño con una de ojos redondos como mis deseos; capaz de activarme y proponerle al geómetra que hay en mí, retozar en su vértice y jugar con sus esferas.
Flaco, como también pienso en vos que sos joven, un consejo: cuando te inviten a una buena cena, estando ya satisfecho, rematá a la alta escuela la jornada; atendé a la voz de la experiencia: si querés pasarla piola, recordá que una gordi es la mejor golosina; su redondez, la marea, el vértigo, el desbordamiento. Conocerás una sensación de plenitud nunca por vos imaginada; si tiene ritmo, te hará inventar danzas nuevas con los sones de sus caderas.
Te digo esto porque pese a la diferencia de edad nos parecemos; en música, deportes y literatura tenemos los mismos gustos; posiblemente en cuestiones de mujeres también. En ese caso, te prevengo por lo que pucha pudiera: que la aventura principia siendo solo curiosidad, pero después del primer encuentro, de inmediato el interés se transforma y te volvés adicto y devoto.
Cuanto más visible sea su figura, más oculta, más rica será su intimidad, y más difícil su acceso; sentirás que estás frente a un misterio que no por cualquiera puede se develado. Si te acepta, vas a sentirte elegido, un premiado por la providencia. La dimensión que le sobra, puede ser el anuncio de una ventura nueva.
Si no tenés suerte, y te toca una con prejuicios que te desdeñe…, que, por tenerle aprensión a los delgaduchos se niegue a compartir con vos su opulencia, y descartándote, no te de ni lo que le sobra, mala pata. Te quedás sin el manjar, con ganas de conjugar con ella en el Edén de la abundancia, el verbo que descubrió Eva. Entonces, con despecho, como en el cuento del zorro, rumiando bronca, después de darle la espalda levantá la mano con fastidio, en una mezcla de chau y qué me importa, y decí en voz bien alta, para asegurarte de que esté escuchando: ¡Bah..., pá lo que me gustan las gordas! Y resignado, fingiendo indiferencia, tan orondo, pegás la vuelta. Ya en tu casa, oliendo a salmón y a vino, buscando olvidar tu enojo en el sueño, te metés en la catrera.

No hay comentarios:

Publicar un comentario