Ileana Andrea Gómez Gavinoser

jueves, 12 de agosto de 2010

EL ASOMBRO








Me asombra la claridad serena de los días que pasan y la oscuridad amiga de las noches que se alargan. El pasto verde que brota, y el yuyo amarillo que agoniza. El capullo que nace y la flor que se marchita. Me entretiene ver a la lombriz arrastrando la panza por la tierra, y seguir el vuelo de la mosca en la cocina. Me alegra oír la voz chillona del nieto que llama y la cascada del abuelo que contesta.
Me conmueven la risa y el llanto. Me alegran los colores primarios, blanco, negro, azul, rojo y amarillo. Las siete notas musicales, el canto suave de las cuerdas y la irrupción impetuosa de los instrumentos de viento. Me transportan las marchas fúnebres, las canciones de cuna y también los tangos. Me seduce el olor de la tierra fresca y de la piel recién lavada; me maravillan los gustos diferentes, neutros agrios o dulces. El milagro del tacto, que anulando las distancias me conecta con lo áspero y lo suave, con lo duro y con lo blando.
La vida es un perpetuo asombro, me irrita que haya gente que pareciera tener un velo negro en los ojos; su indiferencia me desconcierta, me cuesta creer que nada los asombre.

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