Ileana Andrea Gómez Gavinoser

jueves, 12 de agosto de 2010

TODO TIEMPO PASADO...¿ FUE MEJOR?

Cuadro del pintor Osvaldo Alcoceba (copyright)

¿A qué tiempo hace referencia este lugar común? No al de San Agustín, que carece de futuro porque aún no llegó y de pasado porque ya se fue. Ni al tiempo existencial que empieza por el futuro para desembocar en el hoy; un tiempo en el que el presente –según Heidegger– “es un sido del futuro “. Como tampoco es el tiempo que la vida es, debe ser el histórico que comienza en lo remoto para desembocar en los ahoras presentes. Ese dicho, se justifica si hacemos una confrontación indebida con la era actual; pero si a la época enjuiciada la comparamos como se debe, con una época anterior a ella, llegamos a una conclusión diferente: Todo tiempo pasado fue peor.
La vida del hombre cavernario, ¿fue mala? De ningún modo, porque significó un adelanto en relación a la etapa anterior, la de los primeros descendientes del mono marchador que vivían y dormían a la intemperie y a la vista y alcance de los animales mayores que lo convertían en su presa.
El esclavismo también significó un adelanto; inicialmente los bárbaros que invadían los poblados, después del saqueo y de elegir a las mujeres jóvenes que iban a llevarse, quemaban todo y mataban al resto de los pobladores. Mucho después pensaron: ¿para qué quemar las viviendas si podían quedarse y conservarlo todo como nuevos dueños? Y a los hombres fuertes, ¿para qué matarlos si con vida, cautivos, podían trabajar para ellos? Entonces, el que pasó a ser esclavo ¿qué ganó? Casi nada, nada menos que su vida. Una vida futura como ocasión; la de rebelarse, o quizás algún día poder escapar de su amo.
¿Y la Edad Media, que nació tras la caída de Roma; pese al feudalismo y sus atrocidades, acaso como época, ¿no fue mejor que la antigua, la de los romanos, en la que los hombres eran arrancados de sus hogares, reclutados contra su voluntad y obligados a participar en una guerra sin fin que aborrecían? Hombres cuyo promedio de vida, a consecuencia de tantas batallas, hambre y epidemias no pasaba de los treinta años?
Y la actual, con todas sus deficiencias, ¿acaso no supera a la pasada edad moderna?, que entre muchos otros males tenía una mortalidad infantil pavorosa, y en la que miles de mujeres –inclusive reinas– morían en los partos. Ni qué decir de los avances técnicos y científicos, de los adelantos en materia de salud que alargaron los cocientes de vida –ya estamos hablando de una cuarta edad–. Ni hablar de las progresos en el campo de la educación que ahora –nunca en el pasado– está al alcance de la mayoría.
No obstante, no encontramos razones para pensar que en un futuro lejano todo será distinto. Cuando haya pasado nuestra hora y ya no estemos en este mundo, generaciones venideras, quejumbrosas como las nuestras, que seguramente vivirán con más abundancia y mejor que nosotros, seguirán gimoteando y diciendo: “Todo tiempo pasado fue mejor”.

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