Ileana Andrea Gómez Gavinoser

jueves, 12 de agosto de 2010

UN POCO DE LUZ





Él
Ella, mujer gorda
Un dormitorio
Escena uno
ÉL —¿Por qué apagás la luz de la araña?
ELLA —Voy a desvestirme.
ÉL —¿Es por pudor, o por qué es nuestra primera vez?
ELLA —No es por eso. Siento vergüenza por que soy gorda.
ÉL —Por lo menos dejá prendida la del velador.
ELLA —Si me ves desnuda, se te van a ir las ganas.
ÉL —Si no aprendés a valorarte vos, como van a respetarte los demás.
ELLA —Toda la vida fue así. Siempre me sentí humillada porque adonde fuera me discriminaban. En la primaria todos los chicos me cargaban y la maestra, en vez de retarlos también se reía de mí.
ÉL —¡Qué hija de puta!
ELLA —Cuando era adolescente, los pibes lindos andaban detrás de las otras. Yo para no quedar afuera del grupo, tuve que aprender a hacerme la graciosa; por lo menos, a los que
me gustaban los hacía reír.
ÉL —A mí las gordas nunca me dieron risa.
ELLA —Debés ser el único.
ÉL —Te cuento: La primera teta que chupé en mi vida fue la de una gorda, la de mi ama de leche. Mis canciones de cuna, me las cantó la hermosa voz de una gorda. En mi casa no había chicos, así que mis primeros juegos fueron con una vecina gordita. En la escuela mi maestra más cariñosa fue una gorda.
ELLA —¿Y con quien te hiciste hombre? Seguro que fue con una flaca.
ÉL —No, también fue con una gordi, Pirucha, y la recuerdo siempre con cariño.
ELLA —Habrá sido muy difícil.
ÉL —Más de lo imaginás. Para colmo ella no supo ayudarme porque también debutaba..
ELLA —¿Y como se la encontraste?
ÉL —Buscando…, buscando. Después, apartando los rollos en que estaba sepultada.
ELLA —¿Tuviste que empujar mucho, como la desvirgaste?
ÉL —Como en el conocido cuento del elefante y la hormiga.
ELLA —No lo conozco, ¿cómo es?
ÉL —Con paciencia y con saliva.
ELLA —Vas a ver, conmigo todo va a ser más fácil. Pero por favor, dejame apagar la luz.
Escena dos

ELLA —Ahora te voy a dar el gusto, voy a prender la luz del velador, es pobre pero alcanza, quiero mirarte a los ojos. Tengo que agradecerte el momento más dichoso de mi vida. Lo hiciste de maravilla, lentamente, retardando cada instante con delicadeza y con pasión, como si yo te gustara, como si le estuvieras haciendo el amor a la mujer de tus sueños.
ÉL —Las que están acostumbradas a padecer, cuando les toca gozar gozan el doble. Yo también te disfruté; creeme, si fueras flaca en éste momento yo no estaría en tu cama.
ELLA —Aunque me hiciste feliz, sigo sin saber que le ves a una gorda como yo; no entiendo. Recién fuiste mío y ya tengo miedo de perderte. ¿Pensás volver a verme?
ÉL —Si, y te digo por qué; me gustaría que siguiéramos encotrándonos porque me enamoran tus miedos, tu humildad, tu sufrimiento, tu sonrisa llena de ternura y tu mirada inocente. Quiero que sepas –y no es cuento– que me encantan las gordas porque son mansas como palomas cansadas. Por si fuera poco, como regalo del cielo y sublime yapa, tienen como vos, bustos como lomas de un paisaje afrodisíaco, lenguas de cacao y labios como caramelos.
ELLA —¡Qué hermoso!, cuanto bien me hace lo que me estás diciendo.
ÉL —¿Estás llorando?
ELLA —Es la primera vez en mi vida.
ÉL —No lo puedo creer, ¿nunca habías llorado?
ELLA —Tantas veces. Desde que me hice mujer he sido una abonada al llanto.
ÉL —¿Entonces?
ELLA —Es la primera vez que lloro de felicidad. Creí que iba a morir sin saberlo. Gracias a Dios, ahora sé de que se trata.
ÉL —Ya que te gusta tanto, te sigo explicando lo que pienso de las gordas. Después de cenar son el postre más exquisito. Además son tiernas; me hacen llorar sus confesiones apesadumbradas de sus pasados llenos de traumas y sufrimiento.
ELLA —¿Y no te cansan, por qué te siguen gustando?
ÉL —Antes me encantaban, actualmente me seducen. ¿Por qué?, las obesas me gustan ¡qué joder!, así nomás, porque son como Dios las echó al Mundo. Por las noches siempre sueño con alguna de mirada ardiente como mi deseo, capaz de encenderme y regalarme su hospitalidad, invitando al soñador empedernido que hay en mí, a jugar con ella entre sus sábanas calientes.
ELLA —¡Qué emoción! Me hubiera gustado grabarlo para que lo oigan mis amigas y se mueran de envidia. Tus palabras llegan a mí como la mejor música que tengo oída; en el resto de mi vida en mi memoria siempre las seguiré escuchando.

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